El 25 de junio se cumplen tres meses de cuarentena en Colombia. La realidad hoy es distinta y lo más probable es que de aquí en adelante los cambios sean constantes e inesperados. En este sentido, es indispensable que las organizaciones, los directivos y los empresarios nos adaptemos con apertura y entusiasmo para descubrir los caminos que se deben recorrer hacia nuevos modelos de crecimiento y sostenibilidad. Para ello, siento que requeriremos articular dos cualidades fundamentales para la supervivencia en esta nueva normalidad: imaginación y persistencia.
El cambio que como sociedad debemos afrontar es tan significativo que el profesor Robert Marks planteó en su obra, Los orígenes del mundo moderno, una interesante conclusión acerca de lo que somos (o éramos) como civilización: las interacciones entre las diferentes sociedades han sido más efectivas en la consolidación del mundo actual que los logros culturales propios. Analicemos por un momento el nivel de imaginación necesario para reformular el concepto de interacción, que ha sido la base de la definición de la sociedad actual y el cual ya no resulta funcional de la manera como lo concebíamos hace apenas cuatro meses.
Esta coyuntura, que inició hace apenas unas semanas, ha obligado a los ejecutivos a replantear los modelos de trabajo que se creían convencionales e inamovibles y, a la vez, ha otorgado ciertas licencias y tiempo para explorar ámbitos, aficiones y gustos que estaban postergados o que parecían irrelevantes. Este es el momento propicio para estimular la imaginación. La música, una buena lectura, un cuadro o un documental pueden llegar a ser una fuente de inspiración para el nacimiento de nuevas ideas o para el avance de aquellas que estaban atascadas. Y esto constituye un insumo fundamental para el desarrollo personal, familiar y, por supuesto, empresarial. Si se observa con detenimiento, este era un asunto primordial pero olvidado y, como dijo Goethe: “las cosas más importantes no deberían nunca estar subordinadas a cosas menos importantes”.
Para la imaginación no hay límites y si creemos que los hemos alcanzado, con seguridad hay todo un universo más allá en nuestra mente. Esta puede ser una oportunidad única para descubrir los “no límites” y arriesgarse a construir nuestros sueños desde las primeras horas de la mañana.
Y aunque la imaginación y los sueños conduzcan a la creatividad y esta, a su vez, a la innovación, yo creo que con esto no es suficiente. Si queremos de verdad concretar estos sueños, se requiere de persistencia y disciplina. Incluso la planeación, que con seguridad ha sido una aliada esencial en la labor directiva y empresarial, no es suficiente porque hay circunstancias o factores que pueden llegar a cambiar la realidad ¡tal como lo estamos viviendo! Por esta razón, la flexibilidad es una habilidad primordial para el ejecutivo de hoy.
Las acciones de la alta dirección redundan y se reflejan en el resto de la organización. Por eso, además de procurar para la vida propia un ambiente de imaginación, y persistencia, es necesario fomentar estas cualidades en todo el equipo. Varias experiencias empresariales demuestran que este tipo de estímulos traen consigo grandes beneficios y gratas sorpresas porque surgen ideas que aportan de manera significativa al crecimiento de la empresa y generan una satisfacción invaluable en la gente; todos ganan. Como escribe el profesor Oren Harari “la ausencia de errores inteligentes significa que la gente no está experimentando con nuevas ideas y mucho menos que estén aprendiendo de ellas”.
Por supuesto, la vida debe estar siempre balanceada y aunque la memoria trae recuerdos, positivos y negativos, los sueños e ilusiones son el contrapeso ideal para seguir adelante. Sería miope desconocer la historia, pero si dejamos que nos marque de manera definitiva e imborrable, se convierte en un lastre que nos impide soñar y crecer.
Por lo anterior, es necesario afrontar con valentía los miedos y temores que, con la incertidumbre de la actualidad, se acentúan. La labor primordial del ejecutivo sobresaliente consistirá en ejercitar la curiosidad, la imaginación y las habilidades, propias y de su equipo para propiciar un renacer del pensamiento estratégico enfocado en una “nueva innovación”, aunque el concepto suene redundante.
Una visión optimista será fundamental en el engranaje fructífero entre imaginación y persistencia. El optimismo no consiste en distorsionar la realidad para que todo parezca mejor sino en trabajar con alegría y entusiasmo, conociendo a plenitud las dificultades para tratar de superarlas con creatividad y perseverancia. Yo a últimas creo que ese será el legado en el mediano y largo plazo; por el que la sociedad nos recordará o nos olvidará.